martes, 4 de diciembre de 2007

renta basica 2

Götz W. Werner
¿Qué nos aporta una renta básica incondicional?
Aquello que nuestras generaciones anteriores ni en sueños creían posible se ha hecho realidad. Nunca antes fue posible tan buen abastecimiento de bienes y servicios para toda la población. Nosotros producimos en total (aunque también es cierto que no todo el mundo participa lo suficiente) más de lo que podríamos consumir. Por tanto, vivimos en un estado comparable al del paraíso. Sin embargo, aún no hemos aprendido a acostumbrarnos del todo a esta situación. En primer lugar, deberíamos reconsiderar la dependencia entre trabajo
y sueldo, que tanto desempleo ha originado. Según la definición tradicional y meramente económica del término empleo, ambos están necesariamente interrelacionados, aunque la realidad es que esta dependencia no es más que una convención social anticuada que debemos actualizar. Por una parte, deberíamos reinventar nuestra definición de sueldo, necesario para cubrir nuestras necesidades generadas por el consumo y, por otra, nuestra
definición de trabajo, gracias al cual nos integramos en la sociedad prestando servicios a los demás. La condición indispensable para esta remodelación es un cambio de conciencia fundamental acerca de nuestra relación con la sociedad, así como la superación de nuestros modelos de reflexión tradicionales.
Una renta básica es viable y, aún así, la gente seguiría trabajando
En contra de esta renta básica incondicional que estamos considerando y solicitando existen dos argumentos lógicos, aunque inexactos: el primero es que una renta básica provocaría la holgazanería de aquellos que lo reciben, y el segundo, que no es económicamente viable. Sin embargo, una renta básica no significa "enriquecerse sin trabajar", más bien se trata precisamente de lo contrario: Posibilitar el trabajo. Una renta básica, tal y como la entendemos nosotros, reduciría los costes privados de las actividades elegidas libremente, puesto que se reduciría la proporción del sueldo que en el pasado se obtenía mediante un trabajo remunerado. De esta forma, los ciudadanos disfrutarían de más tiempo para la familia, así como de una mayor libertad y estabilidad
económica, condición indispensable a la hora de formar una familia y que antes sólo era garantizada mediante una renta salarial. Una renta básica daría también más libertad para dedicarse voluntariamente a muchos y variados trabajos no remunerados, para cooperar en proyectos políticos y sociales, así como para hacer realidad iniciativas empresariales fomentando el desarrollo de una idea, ayudando a introducirla en el mercado y encontrando colaboradores para su implantación. Pero ¿qué ocurriría con aquellos trabajos que nadie
quiere hacer, pero que son indispensables para el buen funcionamiento de la sociedad? Una posibilidad sería remunerar muy bien tales actividades, aunque la consecuencia lógica sería también la racionalización de estas actividades. Si hasta el momento ha sido posible sustituir por máquinas la mano de obra humana que nos resultaba muy costosa, ¿por qué se supone que esta medida no tendría éxito en el futuro? Tenemos que encontrar sustitutos que
realicen aquellos trabajos considerados poco enriquecedores o sin sentido para la vida laboral del individuo. Por otra parte, la renta básica se abonaría, en principio, solo a ciudadanos alemanes, puesto que no podría exigírsele al Estado que sustente, además, a ciudadanos extranjeros. Aún así, los ciudadanos de otros países seguirían teniendo mayores posibilidades a la hora de encontrar trabajo en estos sectores laborales, como por ejemplo en la recolecta de espárragos. Aunque en principio a algunos les sorprenda, el primer inconveniente (la viabilidad económica) deja de sostenerse tras un análisis detenido. La financiación de una renta básica necesita primero una importante reforma del sistema fiscal. Nuestro régimen de recaudación de impuestos actual, basado principalmente en una renta nominal, tiene su
origen en la época de la economía de subsistencia, durante la cual los ciudadanos se autoabastecían. En este tipo de sociedad y economía, el Estado dependía de las contribuciones procedentes de los ingresos del pueblo. Sin embargo, hoy en día este sistema está anticuado. Nuestra economía ha evolucionado hacia un continuo intercambio de servicios, caracterizado por una gran interacción y transacción; una economía en la que el individuo ya no consume únicamente aquello que produce él mismo, sino que realiza una
labor casi exclusivamente en beneficio de otros. Este sistema no es, por tanto, acorde con nuestros tiempos. La prueba la tenemos en el desarrollo de nuestra recaudación fiscal, que tiende a aumentar cada vez más los impuestos sobre el consumo. ¿De dónde saldrá el dinero si el sueldo (término este, tan abstractamente definido) está demostrando ser cada vez menos apropiado como base de medición imponible y, además, está desestabilizando
los presupuestos? Una reestructuración hacia un sistema financiero que tribute sobre el consumo, haría posible una reducción paulatina de los impuestos basados en el sueldo, al mismo tiempo que aumentaría los impuestos basados en el consumo (principalmente el IVA). El argumento “poca viabilidad” se debilita principalmente ante el hecho de que los flujos financieros necesarios para el pago de una renta básica ya existen. Si en la República Federal de Alemania el dinero recaudado (procedente del aumento de los impuestos sobre
el consumo) se utilizase para la financiación de un renta básica incondicional, en vez de ir a parar a las arcas del presupuesto general del Estado, entonces los actuales destinatarios de estos ingresos (pagos de sueldos, salarios y transferencias del Estado) podrían reducirse por el mismo importe (per cápita).
Así, de este efecto sustitutivo de la renta básica resultarían sobre todo dos evoluciones principales: Por una parte, los costos de la mano de obra que los empresarios transmiten a sus clientes (debido a las actuales condiciones del mercado) podrían disminuir. Esto significa que los precios netos también tenderían a bajar al mismo tiempo y en similares proporciones mientras que, a su vez, la subida de impuestos sobre el consumo tendría como resultado unos precios brutos constantes. Al sustituir sueldos y salarios por una renta
básica, el poder adquisitivo quedaría inalterable. Por otra parte, el Estado podría reducir a la par las transferencias existentes hoy y que hace a favor de los ciudadanos, ya sean pagos de pensiones, subsidios por hijos o remuneraciones que reciben sus asalariados, políticos y funcionarios, lo cual conseguiría desahogar los fondos públicos. Este camino hacia una tributación basada el consumo no es, por tanto, algo a lo que tengamos que temer, sino más bien una de las consecuencias del extraordinario desarrollo económico (acompañado de un volumen de transacción cada vez mayor) de nuestra sociedad. El objetivo es reestructurar el sistema de tributación para que sea independiente de los ingresos. La tributación empresarial también podría reducirse hasta conseguir su total supresión, y esto en concreto
parece además muy conveniente, ya que cada subida de los impuestos es transmitida finalmente al consumidor por medio de un aumento del precio neto.
Otra de las consecuencias que se espera de los beneficios de la productividad es la financiación de una renta básica, que también tendría que realizarse paulatinamente. El aumento de la productividad posibilita y requiere una renta básica incondicional ¿Qué alternativas hay? ¿Acaso nos gustaría volver a los tiempos de menos productividad? Aunque parezca absurdo, la demanda de puestos de trabajo mal pagados, la gente que acepta un trabajo “razonable” (aunque sería lícito preguntar: razonable ¿para quién?), y la introducción de un sector de empleo mal pagado está llevándonos precisamente en la dirección contraria, al igual que el llamamiento a las empresas para que no sean tan
“ahorradoras” 1 , lo que equivale a demandar más puestos de trabajo a costa de la productividad. Si esto, tal y como ocurre en otros muchos casos de la actual política social, fuese respaldado por los ciudadanos mediante procedimientos administrativos y el sistema “no permite siempre al individuo elegir libremente su profesión y los productos que consume, esto es una violación de los derechos humanos y, tal y como sabemos por experiencia, afecta precisamente a aquellos sectores de la sociedad, para protección de los cuales fueron pensadas estas medidas artificiales.” 2 ¿quién dudaría de la tomadura de pelo a los ciudadanos y del descenso de la productividad?, teniendo en cuenta lo absurdas que son algunas medidas de creación de empleo, que justifican incluso las ocupaciones más disparatas llamándolas “ejercicios de preparación para la vida laboral”. La cuestión de la renta básica incondicional puede mostrarnos, además, si un Estado (contrario, por cierto, a otras afirmaciones) posee una autoconciencia autoritaria, o si realmente habla en serio cuando reivindica la libertad civil y la autorresponsabilidad. El Estado debe poner a sus ciudadanos en condiciones de lograr estos dos objetivos, y para ello también es necesario un sistema económico eficaz. Las alternativas que se discuten
actualmente parecen tener el propósito de atar cada vez más fuerte a los ciudadanos a un sistema social estatal, (aunque la productividad siga en aumento), en vez de proporcionarles libertad civil y social con el dinero del pueblo, o lo que es lo mismo: En vez de hacer realidad un orden social burgués y liberal. Libertad significa siempre libertad individual para la libre
organización del tiempo, del tiempo de nuestra vida. Esto significa que, conforme se reduzca el número de puestos de trabajo mal pagados, subordinados y relegados, se irá garantizando el tiempo para dedicarse a actividades elegidas libremente. Esta tendencia podrá notarse más aún con un sistema económico que sepa aprovechar los recursos de forma eficiente (incluido el escaso recurso tiempo) y que vaya renunciando paulatinamente
(y con razón) a emplear mano de obra humana. Para ello hace falta un cambio de convicciones, unas convicciones también acerca de la unicidad histórica y del alcance del desarrollo económico de los dos últimos siglos. Llegado a este punto se hace evidente que una renta básica incondicional es el fundamento clave a la hora de dar respuesta a algunas preguntas formuladas por un capitalismo que alaba una economía de libre competencia y que maximice la prosperidad, cuando en realidad es más y más obvio que este sistema reduce la prosperidad de un sector cada vez más amplio de la población. La introducción de una renta básica incondicional: Posibles consecuencias para la economía Necesitamos bienes y servicios única y exclusivamente para las personas pero, por otra parte, necesitamos que las personas produzcan estos bienes y servicios. Entonces ¿cuál es
aquí el medio y cuál es el fin? La respuesta a esta pregunta parece estar clara al instante, pero primero tenemos que comprender la consecuencia que esto tiene a la hora de organizar nuestra vida y nuestra economía, marcada por una productividad creciente. El trabajo físico de las personas es cada vez menos necesario a la hora de producir estos bienes y servicios mientras que el trabajo intelectual está volviéndose indispensable tanto en el trabajo como en la sociedad. En resumen: Las personas pueden ser reemplazadas en el
proceso de producción, pero son irremplazables a la hora de consumir. Nuestro concepto de “sistema de financiación anticuado” 3 aún nos está impidiendo comprender esto, puesto que seguimos mermando oportunidades de adquirir unos ingresos porque condicionamos tener ingresos a tener trabajo remunerado (y este último, además, escasea). Si a esto añadimos
que el trabajo, al igual que el sistema fiscal, tiene su origen en la época de
desabastecimiento, parece evidente que necesitamos una adaptación, sobre todo de nuestras convicciones. ¿Cuáles serían las repercusiones de una renta básica para el sector empresarial? Alemania se convertiría en un paraíso fiscal y de inversión gracias a la reestructuración del sistema fiscal. La disminución de los precios netos favorecería a la exportación. Los bajos costes laborales unitarios harían de Alemania un lugar más atractivo para el comercio. Además, las regulaciones del mercado laboral, tales como el derecho arancelario o la protección contra el despido serían superfluas y, por ende, se posibilitaría el empleo flexible basado en convenios individuales. Se reduciría el miedo al futuro de las personas, así como la necesidad de ahorrar o de tomar
medidas preventivas, por lo que dispondríamos de más dinero para consumir. Como consecuencia de todo esto fomentaríamos la autoorganización y la autorresponsabilidad, es decir, la libertad. Más aún: Las personas empezarían a buscar empleos cada vez más acordes con sus aspiraciones y por tanto el resultado de estos trabajos sería también más auténtico y eficiente. Habría más expectativas laborales y más puestos de trabajo remunerados en el ámbito cultural, educacional y de asistencia a personas necesitadas (trabajar por y para nuestros semejantes) y además habría un inmenso impulso de la ciencia, la investigación y las iniciativas empresariales. La renta básica incondicional es, como vemos, idónea para superar las aparentes divergencias entre unos ingresos altos, una productividad en alza y unos salarios bajos. Además “haría del término Libertad una realidad [...]” 4 . El futuro de la democracia apuesta por la libertad de los ciudadanos. Una sociedad y un Estado que se tomen en serio esa
libertad y para los que esa libertad no signifique únicamente delegar responsabilidades en los ciudadanos, no deben dejar pasar la oportunidad que les brinda una renta básica incondicional. Menos aún en un sistema económico como el nuestro, que asocia tan fuertemente tiempo y dinero.
Precisamente hoy en día las oportunidades que nos ofrece esta libertad son más grandes que nunca, gracias a nuestra alta productividad. ¡Aprovechémoslas!
(En: Was jetzt zu tun ist, Ullstein- Verlag, 2005)
1
Thielemann, Ulrich: „Mit stumpferem Bleistift rechnen“ (entrevista), En: Süddeutsche Zeitung, Nr. 10./11./12.
Abril 2004, Pág. 27
2
Erhard, Ludwig: „Grundentscheidung für die Soziale Marktwirtschaft“, En: Stützel, W., et al. (Hrsg.), Grundtexte
zur sozialen Marktwirtschaft, Stuttgart 1981, Pág. 40

3
Hardorp, Benediktus: „Wir müssen unsere sozialen Einrichtungen neu justieren“, En: Das Goetheanum, Nr. 28
2005, Pág. 3

4
Fromm, Erich: „Psychologische Aspekte eines garantierten Einkommens für alle“, En: Erich Fromm,
Gesamtausgabe in zwölf Bänden, Tomo V, München 1999, Pág. 311

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